La vida nos ofrece constantemente nuevas oportunidades. Son un indicador de que algo estamos dejando atrás, que una vieja puerta se ha cerrado. Son ciclos que se reproducen constantemente en la naturaleza como las estaciones del año o el ciclo del agua.
¿Nos perjudica no cerrar un ciclo en nuestras vidas? ¿Qué indicadores nos dan pistas de que algo necesita un cambio de enfoque?
A veces queremos superar ciertas situaciones que parecen no tener remedio y no sabemos cómo. Son piedras contra las que tropezamos una y otra vez en nuestro camino. Cuando nos quedamos atascados sin poder expresar un dolor, cuando es necesaria una separación pero parte de nosotros no termina de soltar a la otra persona, o cuando vivimos un duelo.
En esas circunstancias, un fragmento de nuestro ser se queda atrapado en emociones tóxicas. En función de nuestros mecanismos de defensa, decidiremos olvidar, omitir o simplemente reincidir hasta que llegue el momento en el que estemos dispuestos a afrontarlo. Ninguna de estas salidas nos beneficia, al contrario nos detiene, nos anestesia en el tiempo.
Cerrar un capítulo, es imprescindible para empezar a escribir el siguiente.
La sociedad actual nos expone a múltiples estímulos, incitándonos a estar constantemente buscando nuevas emociones. Cuando algo no sale bien, intentamos darle carpetazo lo antes posible, evitando permanecer en el dolor y reconectar con esa vivencia por miedo a sufrir.
Si no nos permitimos detenernos para cicatrizar, como el sistema de experiencias de nuestro cuerpo es muy sofisticado, guardará esa experiencia de manera inacabada y la repetirá una y otra vez hasta que nos demos el tiempo necesario para resolverlo en el futuro.
Por eso es importante detectar aquellos aspectos de nuestras vidas que se repiten, que nos cuesta soltar o que nos paralizan, que no somos capaces de abandonar aunque nos perjudiquen. Llegados a ese punto, conviene reflexionar y dar un espacio a la despedida y al cierre.
La única manera de poder poner un punto final, para poder comenzar algo realmente constructivo, inspirador y diferente, es liberarnos de viejas cargas, mirar brevemente al pasado que nos ata, agradecer lo aprendido y soltar, y así decir verdaderamente adiós. Hay que confiar en nuestra sabiduría interior y dejar que el miedo y el dolor tome por un momento voz y mando para que luego llegue la calma.
Nos evitaremos muchos malestares, dolores, y hasta enfermedades, ya que el dolor no hablado, se enquista en nuestro cuerpo o en nuestra alma como vía de escape para poder expresarse.
Los cierres son liberadores, no tienen por qué estar teñidos de infinitas discordias, simplemente son parte de nuestro proceso de aprendizaje.