Quisiera rescatar en este post el concepto de disfrute que tanto se nos pierde a veces, ya que se nos antepone la necesidad. Parece que siempre estamos necesitando algo, que siempre tenemos puesta la mirada en el futuro sin darnos cuenta de aquello que tenemos hoy.
A lo largo del año nos vamos poniendo metas, objetivos, ideales que a veces pueden costarnos vivir la vida sufriendo. Nos alejan de la contemplación de aquello que tenemos, y de saborear momentos que son vitales para recuperarnos y recuperar nuestra energía.
Pongamos como ejemplo las vacaciones. ¿Cuántas veces hemos dicho: “necesito unas vacaciones” o “cómo me gustaría estar ahora mismo en la playa”? Idealizamos el momento en el que salgamos con las maletas por la puerta, maletas llenas de “por si acasos” que luego probablemente no usaremos. ¿Y qué hacemos cuando estamos tumbados en la playa tomando el sol?¿Disfrutar? No, pensamos en lo que haremos cuando volvamos de vacaciones. Elaboramos listas mentales que nos llevarán probablemente a una pronta frustración. Así somos generalmente. Si lo pensamos bien, las vacaciones acaban siendo motivo de agobio antes, durante y después, con la depre post vacacional de la vuelta al cole.
Cuando convertimos nuestra vida en una seguidilla de necesidades, lo único que hacemos es incrementar nuestra ansiedad. Os propongo permitirnos vivir los buenos momentos disfrutando de ellos, aprovechando la fuerza y la energía que nos dan para luego retomar nuestra lista de objetivos.
Disfrutar aquí y ahora es posponer en éste momento todas nuestras listas, y quedarnos en esa sensación de completitud. Durante ese tiempo nada nos abruma, ni nos preocupa sobre el futuro. Regalémonos estar en el momento presente como dicen varias filosofías orientales, con un plus: el de saborear la vida.
Cuando cumplimos un objetivo, alcanzamos una meta o simplemente la vida nos trae aquello que tanto deseamos, como por ejemplo: el amor de una pareja maravillosa, un trabajo nuevo, o un anhelado viaje, demos gracias y disfrutemos. Consolida esa vivencia en tus células, siéntete merecedor y compártelo con tus seres queridos que han estado contigo en todo momento. Contagia tu alegría, dale la espalda al miedo al futuro y mira a los ojos a tu felicidad.
La felicidad solo puede llegar si le damos espacio, y eso ocurre cuando abrimos un espacio al disfrutar. Puede ser simplemente alegrarse por la cosa más pequeña, lo importante es saber reconocer que tenemos un lugar en nuestra vida para el gozo. Mima ese espacio, venéralo y ten siempre la puerta abierta.
En las sesiones con mis pacientes siempre busco un motivo para que podamos recuperar una visión más positiva de nuestra realidad, ya que siempre hay algo en nuestras vidas por lo que alegrarnos, algo que merece celebrar nuestra existencia, simplemente es cuestión de práctica y hábito.
Así que elige ahora mismo algo por lo que te sientas feliz y disfrútalo con todo tu ser. Que eso atraerá cosas magníficas a tu vida.